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Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro:
Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.
ISBN: 9786079523923
Editorial: Mina Estrella
Si estás buscando respuestas a por qué atraes a ciertos tipos de parejas o por qué tus relaciones amorosas no han sido satisfactorias, este es el libro que necesitas.
Con una perspectiva psicológica profunda y una escritura amena, te llevará a través de un viaje de introspección que te permitirá identificar tus patrones de comportamiento y emocionales en tus relaciones amorosas.
Descubrirás cómo puedes trabajar en ti mismo para atraer a alguien más saludable y compatible. Aprenderás a reconocer tus carencias y a aceptar tus sombras para sanar y crecer como persona. ¿Vamos?
Los seres humanos tenemos una increíble capacidad para autoengañarnos, el gran filósofo alemán Friedrich Nietzsche escribió: “la mentira más común es aquella con la que la persona se engaña a sí misma, es un defecto vano engañar a los demás”.
Si el hecho de engañar a los demás ya es muy grave, imagínate lo que representa la afirmación de Nietzsche de que todavía lo es más mentirnos a nosotros mismos y de que además es algo que hacemos con frecuencia.
Esto es así porque con su práctica, nuestra perspectiva de desarrollo se ve seriamente limitada. A esta capacidad de autoengaño Rubén González Vera la llama incapacidad de autocrítica.
Lo primero que deberíamos admitir es que en nuestro ser tenemos un rincón en donde habitan oscuros impulsos irracionales y destructivos. Somos capaces de cometer los actos más atroces, pero incapaces de reconocer la irracionalidad y el primitivismo que los impulsa; de inmediato fabricamos argumentos para justificar y legitimar nuestras fechorías.
A este mecanismo se le conoce en psicología como racionalización: consiste en el intento de hacer pasar por virtud algo inaceptable, enfermizo o hasta ruin.
En algunos momentos es fácil desplegar la irracionalidad y la destructividad, pero es sumamente difícil reconocer que es expresión de la inmadurez o de la disfuncionalidad o irracionalidad propias.
La autocrítica de las parejas, en general, escasea. Ven únicamente lo que les conviene y omiten, niegan o disminuyen, lo que va en contra de sus intereses. Dicen que lo importante es el respeto, el afecto y lo justo; exigen ser tratados con decoro, pero no se dan cuenta de sus malas maneras hacia el otro.
Existen dos tipos de personas: las víctimas, que constituyen 95% de los integrantes de la pareja, y los guerreros, que integran el 5% restante. Las primeras son aquellas que utilizan los defectos del otro para no asumir los propios, mientras que las segundas son aquellos que saben que en cada conflicto que surge con el compañero, los dragones y demonios con los que se tienen que enfrentar siempre están en su mundo interior y no en la pareja.
Para atrevernos a mirar nuestra parte oscura necesitamos dones de nobleza y valentía. No resulta fácil asumir y mantenernos en la actitud autocrítica porque la inseguridad que padecemos la mayoría nos dificulta el enfrentamiento contra nuestros dragones.
Si aspiramos a un matrimonio exitoso, es imprescindible el crecimiento personal por medio del desarrollo de nuestro sabio, con el fin de obtener una panorámica más amplia y objetiva de quiénes somos en realidad, para desarrollar nuestra capacidad de autocrítica apoyados en nuestro guerrero y así extraer de él el valor que nos permita enfrentar la dolorosa realidad de nuestra parte oscura.
Lo importante para el crecimiento emocional no está en el terreno de la crítica, sino en el de la autocrítica. Una de las consecuencias más frecuentes de la incapacidad de autocrítica en la pareja, es la tendencia a sentirnos víctimas, a responsabilizar al otro de los infortunios de la relación. En una pareja nadie es víctima de nadie, siempre somos cómplices.
Tenemos la pareja que merecemos, en virtud de que en nuestro mundo interior es lo que consideramos que merecemos.
Si nos esforzamos y en lugar de estar criticando al otro, iniciamos un trabajo con nosotros mismos, es posible que algún día nos alcance para algo mejor y que lleguemos a merecer algo más digno, y es mejor si ambos integrantes de la pareja trabajan en esto para alimentar el matrimonio.
Las personas que carecen de capacidad de autocrítica para reconocer sus carencias propias se sienten víctimas de los defectos del otro. Al no reconocerla en sí mismas proyectan en el cónyuge; en lugar de utilizar la energía para mejorar, despotrican contra los defectos que ven reflejados en el espejo de enfrente y que no es sino su propia imagen.
Luego entonces, se le exige a la pareja que afirme que no vale nada, que se defina a sí misma como un ser despreciable, casi como una basura, ¿para qué quieres a tu lado a una persona indigna que se humille? ¿Por qué le exige a su pareja que demuestre que no se quiere a sí misma al obligarla a que se autodenigre? Porque no se quiere, porque se desprecia a sí mismo.
Olvídate de encontrar a la mujer o el hombre correcto, trabaja arduamente para convertirte en la persona correcta y entonces, así como brotan las flores en primavera de manera natural, de la misma forma aparecerá en tu vida la persona correcta.
Por otro lado, con el desarrollo de la capacidad de autocrítica también lograremos ponerle fin a lo que el autor llama el efecto cucaracha conyugal. Cuando terminamos una relación, lo único que hacemos es sacar nuestros bichos de una relación para que se vayan a otra. No nos damos cuenta que con esa actitud no acabamos con el problema, sólo lo transferimos.
El victimismo es una actitud, una postura ante la vida; es, sobre todo, una elección (aunque sea de manera inconsciente), lo cual la convierte en un “juego” cuya valiosa recompensa es la comodidad de no asumir las responsabilidades que nos corresponden.
Por eso las personas que la adoptan prefieren los beneficios de la autocompasión o la lástima que producen en los demás, en lugar del crecimiento personal que se logra cuando luchamos con valentía y decisión contra todo lo que sea necesario.
Podríamos afirmar que para muchas personas es un “club”, una morada, una identidad, por la que, si es necesario, literalmente ofrendan su existencia, como el caso de los que se suicidan porque según ellos “no tenían otra salida”.
Para hacerse miembro activo de este pasivo agrupamiento debes someterte con gran fidelidad a sus principios. Éstos consisten en que aceptes no asumir la responsabilidad de tu vida, que escojas circunstancias externas, internas o ajenas a ti para que elijan en tu nombre.
También tienes que comprometerte a que no te involucrarás en serio con la madurez y el crecimiento, a que sacrificarás tu salud emocional y física si es necesario en aras de las ventajas enfermizas de la autocompasión y la lástima de los demás.
Para poder hacer tuyo este credo deberás programar a tu sabio para que te convenza de que ante situaciones adversas o conflictivas es muy poco lo que se puede hacer, que es preciso resignarse ante la “fatalidad” de la vida.
Otra connotada estrategia es el desarrollo de la habilidad para culpar a alguien o a algo de tus desgracias. Para desplegar este recurso es muy importante que asumas fervientemente la filosofía que se desprende del dicho que afirma: errar es humano, pero echarle la culpa al otro es más humano todavía.
Una de las causas que ha conspirado contra la mayoría de las parejas, llevándolas al desastre, es la actitud de víctima que han asumido sus integrantes.
A diferencia del guerrero, la víctima piensa que quien debe transformarse es el otro, de tal suerte que consagra la mayor parte de su tiempo y su energía para lograr una “misión imposible”: que el otro cambie.
Dado que un aspecto de la vida en pareja implica conflicto, la única forma de ganar las múltiples batallas que acompañarán al proyecto amoroso, consiste en contar con un guerrero interior capaz de enfrentarlas con éxito.
En cada uno de nosotros habita una legión de dragones o demonios, los cuales no son sino nuestras carencias, limitaciones, defectos y condicionamientos. Ellos viven escondidos en nuestra espalda acechando para atacar en cuanto nos descuidamos, por eso no los vemos, por lo tanto, negamos categóricamente su existencia.
Estos dragones son justamente contra los que hay que luchar, pero para hacerlo necesitamos tener un gallardo guerrero, de gran nobleza y espíritu, que nos permita enfrentarnos a ese poderoso enemigo que es uno mismo.
El gran guerrero sabe que este campo de batalla está ahí para oponerse a sus propios demonios y no para confundirlos y depositarlos cobarde e irresponsablemente en la pareja; sabe también que la disyuntiva que debe enfrentar es someter e integrar en su persona a estos dragones o, de lo contrario, ellos se las ingeniarán para dinamitar el encuentro amoroso.
El guerrero sabio es el personaje que sabe que en cada conflicto tiene que enfrentarse a peligrosos dragones que habitan en su interior. El guerrero es valiente porque enfrenta los conflictos con aplomo, no los rehúye.
Es sabio porque sabe que el epicentro de los sabotajes se ubica en su interior y que sólo puede realizar cambios en sí mismo y no en el otro, de tal manera que no desperdicia su tiempo y su energía tratando de transformar a su pareja.
Necesitamos cultivar los dones del guerrero, para potencializar y multiplicar los recursos que nos permitan capitalizar nuestros conflictos.
Las víctimas dependen del medio ambiente; si éste es dominante e inadecuado, entonces se debilitan. Las personas con “espíritu de guerrero sabio” no le conceden el poder al exterior; saben que siempre tienen un amplio margen de acción en su interior para hacer frente a los conflictos.
Para empezar a revertir el nefasto hábito de criticar a los demás como primer recurso, dedícate a observar el contenido de tus comentarios. Una vez que te das cuenta de que al criticar a los demás te la pasas chapoteando en el fango de la sombra del destructor, encontrarás la motivación para actuar y poder salir de este espacio de oscuridad.
El segundo recurso consiste en que además de que continúes observándote, cada vez que hagas una crítica a alguna persona, regreses a ti para reconocer las cosas que no haces bien o no has resuelto, y desde esa perspectiva mires las carencias del otro. Puedes utilizarlas como resonancias para ver las tuyas.
Puedes tomar lo que te disgusta del exterior, como un gran maestro que te muestre aquello en lo que tienes que trabajar para superarlo. Algo así como “lo que no me gusta de ti, lo corrijo en mí”.
Pretender depositar en el exterior los problemas, significa no querer reconocerlos y adjudicarlos a otros, de ahí que podemos afirmar que tanto la negación como la proyección, son los principales enemigos de la capacidad de autocrítica, de la razón, y por ende del crecimiento personal.
Cada vez que detectes una crítica malintencionada hacia alguna persona, enfócate en los aspectos positivos de quien empezabas a criticar. Visualiza y reconoce las cualidades y aspectos positivos de la persona a la que críticas, envidias, o celas.
Agradece todo lo que tienes, ya sea que lo consideres como algo pequeño, mediano o grande en tu vida. Aprende a respetar las diferencias. Cada persona es un universo en sí mismo y eso nos hace ser únicos. No todos tienen por qué pensar y comportarse como uno.
Además, hay que practicar la humildad y la nobleza para no burlarnos de los errores de los demás, ya que nosotros, en algún momento también los hemos tenido.
Piensa siempre que todo lo que te molesta de otros seres, es sólo una proyección de lo que no aceptas de ti mismo.
A veces criticamos algo que desconocemos, sin pensar que quizá los que estamos mal somos nosotros. Todo está en el color del cristal con que se mira.
La capacidad de autocrítica es inversamente proporcional a la intensidad de la negación y de la proyección. A mayor negación y proyección, en el sentido en el que lo exponemos, habrá menor capacidad de autocrítica.
Ahora bien, es probable que lo de afuera ciertamente esté mal, sin embargo, el problema es que lo usamos para evitar ver lo nuestro.
Nos entretenemos criticando a los demás para no observarnos a nosotros mismos. Si queremos desarrollar una cultura autocrítica que cultive la actitud de responsabilidad y humildad de aceptar nuestras carencias, necesitamos estar alertas de este mecanismo que nos dificulta identificar la viga en nuestros ojos, y al mismo tiempo de la facilidad con la que vemos la paja en los ojos ajenos.
Cuando te encuentres con alguien, recuerda que tal como lo consideres a él, así te considerarás a ti mismo. Tal como lo trates, así te tratarás a ti mismo. Tal como pienses de él, así pensarás de ti mismo. Nunca te olvides de esto, pues en tus semejantes o bien te encuentras a ti mismo o bien te pierdes a ti mismo.
Pensar de manera positiva es difícil, por eso preferimos juzgar. Alguien seguro de sí mismo está vacunado contra el mal del chismorreo. Como decía la madre Teresa de Calcuta: “Quien dedica su tiempo a mejorarse a sí mismo, no tiene tiempo para criticar a los demás”.
Una última aclaración: el hecho de que tengamos cuidado en el manejo de la crítica no quiere decir que dejemos de cuestionar las injusticias sociales.
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Psicólogo social por la UAM y especialista en temas de pareja, auto... (Lea mas)
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